domingo, octubre 17, 2010

Cementerio de Volantines

A lo lejos se ve una figura caminando bajo los faroles, caminaba entre las penumbras de la misma ciudad, como si todo estuviera en un perfecto orden. La gente que va alrededor no miran a las caras y por lo visto no habrá un "hola", o "buenos noches" al aire y eso extraña de su tierra natal, un gesto al aire totalmente inesperado en la ciudad.

En la mano trae un pequeño sobre, que se aferra a el, como una guagua a su juguete; en la otra un encendedor zippo, que lo hace sonar al abrir y cerrar la tapa, mientras este sigue caminando.

En un momento para a sentarse en una banca y saca un cigarro y lo enciende con el aparato ruidoso. Queda allí sentado esperando que alguien llegue a su encuentro, pero pasan los minutos y nada. Sigue esperando, pero sabe que no llegará.
Empieza a jugar con el sobre; lo intenta abrir, pero algo lo detiene y lo guarda con cuidado en su morral y examina este movimiento, como para no olvidar donde lo dejó. En eso lo interrumpe un señor ya de edad. Usaba la barba larga y blanca. El pelo al igual que la barba era largo y blanco. Piel morena, como tostada, por el sol de tanto caminar bajo de él; tenía unos ojos cansados y algo apenado, como lluvia de invierno.
Me pregunta si tengo un cigarro. Le afirmo con la cabeza y le ofrezco uno. Lo toma y me mira por fuego, pero no me dice nada y su mirada se clava en la mía, una mirada de piedra. Reacciona, rápidamente y me sonríe y dice. - Acá esta la wueá. No quería aparecer. -Sacando el encendedor. Había un viento de primavera y le da la espalda. Gira nuevamente, ya con el cigarro encendido y me da las gracias.
- Antes que me valla, déjame decirte algo. Aprovechando que la ciudad esta dormitando, por unos minutos, ¿usted cree, que los sueños, son una proyección al nirvana?, porque escuche un poco... Mientras uno duerme, viaja, se concentra con el ritmo de la respiración y ese ritmo, cada vez debería ir bajando, conectando con lo primitivo. Se podría decir, que cada vez que se logra, uno retrocede o nos acercamos como al antejardín del nirvana.
Talvez la gente no tiene conciencia de como podemos atravesarla. A veces repetimos el viaje, y lo logramos. Otras empezamos de cero, pero lo intuimos.
Son pocos los que nos damos cuenta e iniciamos el camino de ahí conciente de esto, el viaje al antejardín y a la puerta. Dependerá de que tan concientes puedan estar, para romper la delgada línea.
El silencio comienza hacer incomodo y no tengo respuesta o comentario alguno, luego del profundo discurso. Fue también la puesta de escena del viejo, la mirada de piedra. Fue un disparo a quema ropa; en la cabeza. Fue un largo viaje a través de una mañana en el bosque. De fondo suena agua, sigo el sonido, este se acrecienta con cada paso, donde llego a un lago y a un bote. Lo recorría. Tal vez paso media hora o solo unos segundos...
- Creo que lo entiendo - le respondo. - Ahora lindo viaje. Me dice y se da media vuelta, desapareciendo en las sombras.
Saco otro cigarro y me doy cuenta que hay una tarjeta en el lugar que estaba... y la recojo.
Las nubes se apoderan del cielo y el viento se hace cada vez mas presente. Quiero saber la hora, pero las calles están desiertas. Suena mi teléfono. Mensaje de texto que dice: "c m iso tard, mejor me ire al toq al depto, Flo."
Es noche conversamos y comimos un poco, luego peleamos un rato y luego nos fuimos a dormir.
Me cuesta dormir y me acuerdo de las palabras del viejo. Me levanto de la cama y miro por la ventana y sigo el ritmo de la ciudad, que va y viene; y una pequeña luz va describiendo a la flo y me quedo pegado en ella. En lo tranquila que se ve y me pregunto si esta en lo cierto el viejo. Creo que su respiración baja de ritmo y la envidio y pasan los minutos y me cuesta conciliar el sueño, pero de a poco empiezo y me concentro en eso.

Sueño que estoy en un parque, se me hace familiar, pero esta todo muy distinto a lo que recuerdo. Creo que solíamos venir a jugar con mi hermano, pero ahora solo hay rastros de volantines en todo el lugar y es aquí donde vienen a parar. Algunos están enteros, otros solo sobreviven algunos pedasos de papel e hilo, que no deja avanzar, como si estuviera en una telaraña. me quedo inmóvil. Dejo de sentir las piernas. Comienza a llover papel de volantín, que hace dispersar todos lo hilos, que están conectado con todo y la lluvia se hace mas espesa y quedo en silencio, porque la lluvia me calla y me pongo a llorar en medio del cementerio de volantines. De un momento a otro, me doy cuenta que no estoy solo y se acerca un pequeño grupo de ovejas que me queda mirando y empiezan a comer papeles e hilos de volantín que me tenían atrapado. Logro pararme y comienzo a recorrer el parque. Las ovejas me siguen y con la lluvia, estas, se empiezan a teñir de diferentes colores.

El parque se hace cada vez mas grande, cada vez mas infinito. Y me encuentro con una caravana de dos camionetas y cinco caballos. Una de las camionetas, estaba lleno de gente rezando y la otra a un par de personas sosteniendo el féretro y nos cruzamos en el camino, sin decir nada, solo la lluvia.
Las ovejas comienzan a inquietarse y se dispersan en la niebla, quedando completamente solo de nuevo.
Entro a un túnel largo, que de fondo a una luz intensa, ceguecedora y la lluvia de papeles se hace cada vez mas presente y suena una multitud, como alentando a un equipo de futbol y la multitud dice "uufff"... como si se hubieran perdido un gol y empiezo a correr, desesperado, cada vez se escuchan mas fuerte, pero no logro ver nada, me empieza a faltar el aire y caigo a un mar de papeles, donde la mayoría decían "no creas todo lo que lees" y comprendo. Comprendo lo sucedido. Empiezo a caminar y todo el escenario cambia.
Veo al viejo que me saluda. -Diste un gran paso hoy. Pero te falta camino... supongo que tienes mas claro como hacerlo. Como llegar...
- Sí, le respondo. Sí.